Si quieres pasar, ven... siéntate a mi lado y contemplemos el mar

30 abril, 2006

Campanas sumergidas...


...) En la playa, al Este de la aldea existe una isla, con un gigantesco templo lleno de campanas -dijo la mujer-. El niño reparó que ella vestía ropas extrañas y llevaba un velo cubriendo sus cabellos. Nunca la había visto antes. (...)
Seducido por la belleza de la mujer, el niño fué hasta el lugar indicado. Se sentó en la arena y contempló el horizonte, pero no veía nada diferente de lo que acostumbraba a ver... el cielo azul y el océano.
(...) Hace mucho tiempo -le dijo un viejo pescador- hubo un terremoto y la isla se hundió en el mar... aún escuchamos las campanas de su templo, cuando el mar las agita desde el fondo.

El niño regresó a la playa e intentó oir las campanas. Pasó la tarde entera allí, pero sólo consiguió oir el ruido de las olas y los gritos de las gaviotas. Estaba contento y -en la forma en que sólo un niño sabe hacerlo- agradeció el estar vivo. Estaba seguro de que no había perdido su tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar a la Naturaleza.
Entonces, porque escuchaba el mar, las gaviotas, el viento en las hojas de las palmeras y las voces de sus amigos jugando, oyó la primera campana.
Y después otra. Y otra más, hasta que todas las campanas del templo sumergido tocaron para su alegría.

Años después, siendo ya un hombre regresó a la aldea y a la playa de su infancia... tal vez todo aquello había sido fruto de su imaginación y jamás había escuchado las campanas sumergidas, aún así resolvió pasear un poco para oir el ruido del viento y el canto de las gaviotas.
Cúal no sería su sorpresa al ver sentada en la arena a la mujer que le había hablado de la isla con su templo.
¿Qué hace usted aquí? -preguntó-.
Esperar por tí -respondió ella-.
Ya era de noche cuando ella acabó de hablar. Los dos se quedaron mirando a la luna que nacía.
Ella se levantó y dijo:
Adiós. Tú sabías que las campanas del fondo del mar no eran una leyenda; pero sólo fuiste capaz de escucharlas cuando percibiste que el viento, las gaviotas, el rumor de las hojas de palmera, todo aquello formaba parte del tañido de las campanas...
¿Quien eres? -preguntó-.
Pero la mujer se alejaba, caminando sobre las olas, en dirección hacia la luna naciente.(...

El guerrero de la luz - Paulo Coelho


Escucha... suena para tí

28 abril, 2006

Hubiera sido pasión...


...) No fue pasión aquello, fue una ternura vaga... La que inspiran los niños enfermizos, los tiempos idos y las noches pálidas.
El espíritu sólo al conmoverse canta: cuando el amor lo agita poderoso tiembla, medita, se recoge y calla.
Pasión hubiera sido, en verdad; estas páginas en otro tiempo más feliz escritas, no tuvieran estrofas sino lágrimas.(...


Al oído del lector - José Asunción Silva


Escucha... suena para tí

25 abril, 2006

dioses...


...) ¿Crees en la existencia de algún tipo de dios? pues no sabría explicartelo... Déjame pensar. A ver. No reconozco otro templo que un árbol, o el mar; otro lugar sagrado que mi cuerpo, y otro paraíso que unos brazos fuertes y amables que me acojan. ¿Te vale?. (...

De todo lo visible y lo invisible - Lucía Extebarría


Escucha... suena para tí

23 abril, 2006

Frutas y perales en flor...


...) Había mandarinas como bolas de fuego, manzanas llenas de lozanía con tintes de rosa; peras amarillas tan suaves como la seda; uvas blancas con reflejos de plata y un gran racimo de rojas, tan intensas que parecían moradas. Éstas las había comprado para que entonaran con la nueva alfombra del comedor. Sí, tal vez pareciera algo absurdo y rebuscado, pero no era otra la razón de haberlas elegido. En la frutería había pensado: "Tengo que llevarme un racimo de uvas rojas para que en la mesa haya algo que recuerde la alfombra". Y en aquel momento esta idea le pareció muy razonable.(...


Las ventanas del salón se abrían a un balcón sobre el jardín. Al fondo, cerca de la tapia, un alto y esbelto peral, totalmente en flor, se erguía magnífico y sereno recortado en el cielo verde jade. Berta veía, a pesar de la distancia, que no tenía ni una flor ni un solo pétalo marchito. Más abajo, en los arriates, los tulipanes rojos y amarillos parecían apoyarse en la oscuridad. Un gato gris, arrastrando el vientre, se deslizaba a través del césped, y otro negro -como su sombra- le seguía.


Y las dos mujeres juntas contemplaron el esbelto árbol en flor. Lo vieron como la llama de una vela que se alargaba en punta, temblando en el aire tranquilo. Y mientras lo miraban les pareció que crecía más y más, casi hasta tocar el borde de la luna plateada.
¿Cuánto tiempo estuvieron así? Fue como si ambas hubieran sido aprisionadas por aquel círculo de luz sobrenatural; como si fueran dos seres de otro planeta que, perfectamente compenetrados, se preguntasen lo que estaban haciendo en este mundo, yendo como iban cargadas con aquel tesoro de felicidad que ardía en sus pechos y caía hecho de flores de plata de su cabeza y de sus manos.(...

Felicidad - Katherine Mansfield


Escucha... suena para tí


22 abril, 2006

Playa negra...


...) Salieron de la ruta principal por un desvío y enseguida, tras uns curva, apareció ante ellas toda la belleza.
Habían llegado a Puerto Viejo. Un escalofrío recorrió la espalda de Ariadna. ¡Por fín!
Puerto Viejo la esperaba con su playa de arena negra, metálica, con brillos de cobre, en pelea de olas con el mar azul, en cuyo movimiento se daban todos los posibles tonos que se multiplicaban en encajes bordados y cambiantes de espuma blanca. Playa negra única, pues toda la costa es blanca y coralina. Playa negra cual amenaza inexplicable... como para alejar a los tímidos ya los buscadores insensatos de rutinas. (...

Pura vida - José María Mendiluce


Escucha... suena para tí

20 abril, 2006

Vivir aislados...


...) Sí, en el mar del vivir aislados, con resonantes estrechos que nos separan, punteando el acuático páramo sin costas, nosotros, millones de mortales, vivimos solos.
Las islas sienten cómo las corrientes las unen, aprendiendo los eslabones que sin fin las atan. Pero cuando la luna alumbra los vacíos, y un bálsamo primaveral las barre, en los collados ruiseñores cantan divinamente bajo noches estrelladas, y primorosos acordes vierten a través de ruidos y canales, de orilla a orilla. Entonces una nostalgia como desesperación llega hasta las cavernas más apartadas, porque, seguramente, entonces se presiente que parte fuimos de un solo continente.
Hoy la llanura acuosa, rodeándonos se extiende; ¡ay! si pudieran nuestras márgenes de nuevo encontrarse.
¿Quién dispuso que este fuego de ansias debiera enfriarse tan pronto como se inflama? ¿Quién devuelve vacío tan hondo deseo? Un dios ordenó tanta separación, un dios, y entre orillas impuso el salado, insondable mar que nos aparta.(...

A Margarita... - Matthew Arnold


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18 abril, 2006

Escamas...


Con el sol y la sal de unas lágrimas que no se quieren marchar de los párpados, veo, entre las pestañas, privilegio infinito de los que sueñan sin esperanza, el brillo irisado de las escamas de los peces...

Luces - Mónica Fernández-Aceytuno



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16 abril, 2006

Cambios...

(...) Por eso es tan importante dejar que ciertas cosas se vayan. Soltar. Desprenderse. La gente tiene que entender que nadie está jugando con cartas marcadas, a veces ganamos y a veces perdemos.
No esperes que te devuelvan algo, no esperes que reconozcan tu esfuerzo, que descubran tu genio, que entiendan tu amor.
Cerrando ciclos. No por orgullo, por incapacidad o por soberbia, sino porque simplemente aquello ya no encaja en tu vida. Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la casa, sacude el polvo. Deja de ser quien eras y transfórmate en quien eres. (...)

El Zahir - Paulo Coelho


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Nadie cambia...


...) Y coraje para no implicarse en una relación aunque amen a ese hombre. Esto es duro ya que si se ama a un hombre se tiende a mantener una esperanza, y es habitual escuchar "cambiará, luego será diferente, mi amor superará todas las dificultades…", pero el amor no cambia a nadie. (...

Amores que matan - Vicente Garrido

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07 abril, 2006

Al besar sus labios...


(...) Al besar sus labios, (pues hallé tal gracia) creí oler un jardín de dulces flores: que delicados aromas esparcen en su torno para que las damas de sus amantes la cámaras decoren.Sus labios olían como los alhelíes, sus mejillas frescas como rosas rojas, sus cejas de nieve como capullos de campánulasus ojos amados como templados claveles. Su regazo hermoso como un lecho de fresas, su cuello, como un ramo de aguileñas, sus pechos, como azucenas antes de nacer las hojas, sus pezones como jazmines jóvenes floridos. Tan fragantes flores dan los armónicos olores, pero su dulce aroma a todas excedía. (...)

Al besar sus labios -
Edmund Spenser


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05 abril, 2006

Presos...


...) El sufrimiento es uno. Se habla de sufrimiento como se habla del placer, pero se habla de ellos cuando ya nos dominan. Cada vez que entran en nosotros, nos sorprenden como una sensación nueva y tenemos que reconocer que los habíamos olvidado. Son diferentes porque nosotros también lo somos: les entregamos cada vez un alma y un cuerpo modificados por la vida. Y sin embargo, el sufrimiento no es más que uno. No conoceremos de él, como no conoceremos del placer, más que algunas formas, siempre las mismas, de las que estamos presos. (...

Alexis - Marguerite Yourcenar


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03 abril, 2006

Entre las olas...


...) Como un incendio al aire desatado o una flor suspensa sobre el agua, en lenta conjunción nuestros desnudos abren el cauce del deseo desbordándose en alas y gemidos de silencioso aroma; encienden sobre el tacto un suave mar que inunda con sus trémulas olas palpitando a través de la piel, acumuladas bajo el húmedo aliento de los labios y este duro anegarse en humo o en temblor surgido desde el sueño, como eterna marea que consume el herido temor donde flotamos. Cerca mi cuerpo al tuyo dolorido, cíngulo ardiente que a tu carne ciñe volcándola hacia el vuelo de mi mano al tacto deslizada, ola, caricia o llama sobre el silencio de tu piel, en esta soledad de nuestro lecho. (...

Amor entre ruinas - Alí Chumacero


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01 abril, 2006

Amor filtrado...


...) Todos los días recorre a pié varios kilómetros de una finca a otra, "que hay que ver los gramiles, los cepos", le dice a su mujer con dulzura para sacarla de casa. Y aunque truene y aunque llueva y aunque sople el noroeste, no deja de salir, ni deja a su mujer sola: necesita andar. Está enferma. Por eso la lleva de la mano como a una niña, mientras se le filtra el amor como agua de lluvia por los ojos si la mira, por la piel si la toca. (...

El señor de los topos - Mónica Fernández-Aceytuno


Escucha... suena para tí
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